Mañanita de compras y paseo por Victoria, qué ciudad tan preciosa, nunca nos cansamos de dar una vuelta por su casco histórico, y ahora por la tarde, algo sencillo, rápido, y totalmente distinto a todo lo que hemos visto hasta ahora, así que nos dirigimos a Salinas de Añana para recorrer su Ruta Verde del Valle Salado.
Para llegar a nuestro destino, tenemos que ir hasta la localidad de Salinas de Añana, o sea que a tirar de GPS.
Hay una zona habilitada para aparcar los coches a las afueras del pueblo, pero como nosotros vimos esta otra zona junto a las piscinas municipales con bastantes huecos libres, lo dejamos ahí mismo. Al parking se llega por la Pozillas Kalea - Perruchico Kalea - Mercado Kalea, la Pozillas Kalea es la calle que sube junto a la tienda del Valle Salado de Añana.
Como la ruta es cortita, solamente pillamos una mochila con algo de agua, hoy tenemos una tarde bastante calurosa. Una vez preparados, vamos por la carretera por la Calle Real hasta la Iglesia de Santa María de Villacones, de la que vemos su campanario desde la distancia.
Justo al llegar a la altura de la iglesia, giraremos hacia la derecha y tenemos un poste indicativo con diferentes destinos. Nosotros iremos dirección SL-A 35 (Senda del Lago y Peña la Uña).
Bajamos unos metros y veremos un panel informativo.
Nos explica el recorrido del SL-A 35, y el SL-A 36. Si los queremos combinar junto a la visita al Valle Salado, nos saldría una excursión muy chula de unos 13 kilómetros con unos 330 metros de desnivel positivo. En nuestro caso solo nos limitaremos a visitar el Valle Salado.
Después del panel informativo vamos a parar a una pequeña áerea recreativa con mesas y bancos de madera, y una fuente de agua potable, la única de toda la ruta, así que recargamos las botellas con agua fresquita, y dejamos que Barbie y Maya beban el agua que quieran para ir bien hidratadas durante la ruta. En el tronco de un árbol podemos ver pintadas las marcas del GR (GR-1) y del SL (SL-A 35 y SL-36).
Atravesamos un pequeño puente de madera y giramos hacia nuestra izquierda, pasando junto a algunas de las eras escalonadas desde donde se obtiene el tesoro blanco que le ha dado la fama a este pueblo.
Al final de este tramo, veremos otro poste informativo, aquí ya aparece señalizada la Ruta Verde del Valle Salado de Salinas de Añana, así que giraremos hacia nuestra derecha y empezaremos a subir por el camino. De momento también compartimos trazado con el GR-1 y el SL-A 35.
Gemma, Judit y Maya subiendo. De fondo la Iglesia de Santa María de Villacones.
A la que ganamos un poquito de altura, miramos hacia nuestra izquierda y podemos contemplar el Valle Salado de Añana ... una pasada.
Avanzamos un poquito más, y junto a nosotros tenemos uno de los canales por los que se distribuye el agua a las eras, el Canal Quintana. La madera usada para la construcción de las eras y canales, es de pino. Los canales atraviesan las fincas conduciendo el agua de salmuera que sale de los manantiales, y la misma agua salada que transportan, ayuda a la conservación de la madera creando una capa de sal sobre ésta. No se utilizan clavos de hierro para evitar su oxidación.
En los márgenes del camino tenemos la señal de la Ruta Verde del Valle Salado de Añana, la ruta está muy bien señalizada.
La ruta es cortita, apenas llega a las 3,5 kilómetros, y el desnivel total es de 70 metros, que los hacemos nad más empezar la ruta, luego es todo plano y bajada. Cuando acabamos el tramo de subida por el asfalto, giramos a la izquierda y vamos por camino de tierra siguiendo las marcas del GR.
Pasamos junto a varios paneles informativos al inicio de la ruta, y por su estado de conservación, parece que el sol aparte de secar el agua de las era para la obtención de la sal, también los ha quemado un poco, aún así se pueden leer cosas interesantes en ellos.
La historia de estas salinas se remonta a hace más de 7.000 años. Hay datos que demuestran que en esa época ya se obtenía sal de este valle. Primero se conseguía la sal mediante un sistema forzado, metían la salmuera en vasijas de barro que eran colocadas en el fuego. El agua se evaporaba, y la sal se quedaba compactada en un bloque dentro de la vasija, por lo que tenían que romper las vasijas para sacar la sal.
En el siglo I a.C, cuando esta parte del norte de la Península se integró en el Imperio Romano, el sistema para la obtención de la sal, cambió a forma de forzada a natural, es decir, por evaporación del agua. Fue durante esa época cuando se empezaron a crear las primera eras, entonces de arcilla, y el valle empezó a tener la forma que conocemos actualmente.
Estas salinas, casi llegan a desaparcer durante los años 50 y 60 del siglo pasado, cuando dejaron de ser rentables y se empezaron a abandonar con el consiguiente deterioro. A finales del siglo XX, se creó la Fundación Valle Salado de Añana, que mediante un complejo proyecto de recuperación ha podido recuperar las Salinas de Añana y devolverlas a sus orígenes.
Después de un pequeño tramo con sombra, llegamos casi a la mitad del recorrido y tenemos un pequeña subida donde volvemos a pleno sol.
Las nuevas eras, no han cambiado mucho respecto a las de hace 2.000 años, aunque durante el siglo XX se empezó a utilizar el cemento para la construcción de éstas y así reducir costes, esta práctica se abandonó a finales del mismo, volviéndose a usar materiales sostenibles y ecológicos, volviendo a sus orígenes y técnicas tradicionales.
Al llegar a la altura del manantial principal, el de Santa Engracia, veremos un poste indicativo. Aquí podemos alargar la ruta yendo hacia el Lago Caicedo y el monte Peña la Uña. Nosotros no vamos a alargar esta excursión y seguimos rectos por la Ruta Verde del Valle Salado de Añana. El manantial de Santa Engracia es el que aporta más de la mitad del total del agua salada a las salinas. Al encontrarse en la parte más alta del valle, la gravedad hace que la salmuera llegue de forma natural a las eras.
Nos quedamos unos momentos en la sombra, bebemos agua, les damos a las perras y continuamos con esta sorprendente ruta.
A unos 150 metros del poste, a mano izquierda tenemos un mirador.
Desde aquí podemos ver casi todas las eras. En la época de mayor producción de estas salinas, había casi 5.000 eras para la obtención de sal, en la actualidad hay unas 2.000 eras recuperadas y en producción.
Gemma disfrutando de las espectaculares vistas desde el mirador.
A unos 200 metros del mirador, tomaremos un desvío a mano derecha.
Y llegaremos al Convento de Sant Juan de Acre. Junto a su entrada, hay un panel informativo donde nos explica un poquito la historia del convento y de la Cruz de Malta.
Este convento se construyó en el siglo XIV sobre los escombros de un viejo hospital de peregrinos por la Orden de Malta. Desde entonces hasta la actualidad, ha sido habitado por las Comendadoras de San Juan de Acre. Hoy apenas lo habitan media docena de monjas que preparan velas y miel, y guardan la capilla.
Pasado el arco de medio punto de su entrada, se accede a un patio donde podemos ver la Cruz de Malta, símbolo de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, fundadores de este monasterio. Esta orden fue fundada en el siglo XI en Jerusalén, con orígenes hospitalarios, y militares después. El acoso de los turcos obligó a que trasladaran su sede a este monasterio, y en el año 1530 se establecieron en la isla de Malta, donde adoptaron el nombre definitivo de Orden de Malta.
Junto al convento, también tenemos una zona habilitada para aparcar, así que si lo deseamos, podemos empezar la excursión desde aquí. Después de este pequeño pedacito de historia, volvemos al camino principal para seguir con nuestra ruta.
Toca bajar por el Camino Valdelagos.
Pasamos junto a los muros del convento.
Volvemos a tener otro punto con vistas panorámicas a las salinas. Desde aquí se pueden ver algunas de las eras construidas más recientemente.
Ahora pasamos junto a algunos cobertizos y una gran nave a nuestra izquierda.
Junto a la valla que delimita unos huertos a la izquierda del camino, vemos unas cuantas Flores de la Pasión. Se trata de una planta trepadora ideal para tapar muros, rejas, pérgolas, barandillas o arcos. Debe su nombre a la Pasió de Cristo. En el año 1610, el padre jesuita, Manuel de Villegas, encontró similitud entre las partes de la planta y los símbolos religiosos que envuelven la Pasión de Cristo. Los diez pétalos que protegen la flor representan a los diez apóstoles que se encuentran en la crucifixión de cristo. Los filamentos de los que dispone representan la corona de espinas que le pusieron en la cabeza. Los cinco estambres representan a las cinco llagas que le infligieron. Los tres pistilos son los claves por los que se sujetó a la cruz el cuerpo.Tiene propiedades medicinales, ya que se utiliza para tratar la somnolencia y también como analgésico.
Finalmente salimos a la carretera A-2622, volviendo a entrar en Salinas de Añana por la parte opuesta a la que iniciamos la ruta.
Vamos por el márgen de la carretera, y pasamos junto a la Pozillas Kalea, donde hay una señal de parking, para poder acceder al aparcamiento público de Salinas de Añana.
Cuando volvemos a entrar en Salinas de Añana, volvemos a tener buenas vistas de las plataformas horizontales.
Una estructura de madera en una de las zonas por restaurar.
Qué mejor recuerdo de Salinas de Añana, que un poco de su oro blanco, así que hacemos una parada en su tienda y compramos sal para toda la familia. Las hay de muchísimos tipos: escamas de flor de sal, sal de manantial, chuzo de sal, sal líquida de manantial, sal fina, con especias ... nosotros nos llevamos varias cajas metálicas con cuatro molinillos, y es una sal de excelente calidad, una de las mejores del mundo.
Junto a la tienda podemos ver el Spa salino. Está incluido en cualquiera de las visitas que podemos obtener en su tienda, y podrás sumergir los pies y las manos en salmuera rememorando
los baños que tomaban los antiguos salineros cuando producían la sal, experimentando los grandes beneficios que tiene para la
salud el contacto controlado con las aguas hipersalinas de los
manantiales del valle, cuya salinidad ronda los 240 gramos de sal por
litro.
Dejamos las eras detrás nuestro y seguimos bajando por la Calle Real para meternos en el pueblo y perdernos un poco por sus calles.
Después de serpentear un poco, vamos a parar a la Plaza del Ayuntamiento.
Los escudos situados en diferentes puntos de Salinas de Añana son muy llamativos.
Las nenas con todas las compras jejeje.
Salimos nuevamente a la Calle Real y seguimos bajando para llegar de nuevo a la Iglesia de Santa María de Villacones.
Un último vistazo a sus casas y calles ...
Y como no, a sus salinas.
Pasamos junto a otro panel informativo, en esta ocasión del GR-1. Un gran recorrido con más de mil kilómetros, que tiene a Salinas de Añana como final de la etapa 12 desde Fontecha, e inicio de la etapa 13 hacia Espejo.
Rodeamos la iglesia, un templo construído en el siglo XV y restaurado a finales de los años 70 del siglo pasado.
Una última parada junto a la Cruz de Término junto a la iglesia, y regresamos al aparcamiento de las piscinas municipales para dar por finalizada esta excursión. Una ruta sencilla, y repleta de historia. Su paisaje es espectacular y digno de ser visto. Su sal ... dicen que una de las mejores del mundo, qué mejor que llevarse un pedacito de ese oro blanco y recordar a Salinas de Añana por mucho tiempo.
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